[by Delmira Agustini, 1913]
Perhaps a mirage
in desire’s deep mirror,
or was it divine, simply life
where I saw you watch me sleep the other night?
In my alcove swelled by loneliness & fear,
you appeared at my side mute
as a giant mushroom, dead & alive,
spawned in night’s corners
sweating in silence
& slimy with shadowy loneliness.
You bent to me, slung
like a lake’s cup of crystal
over desert’s slick of fire;
you bent to me, as sickness
gives life to faultless opiates
& stony bindings of Death.
You bent to me like a believer
to communion’s holy wafer . . .
– drop of snow with taste of stars
nursing lilies of flesh,
God’s spark that spangles spirits.
You bent to me like Melancholy’s
great willow
bends to quiet bottomless lakes;
you bent to me like Pride’s
marble tower
hollowed by monster sadness
bends to your shadow’s solemn sister . . .
You bent to me as if my body
were your destiny’s birth
in my bed’s dark page;
you bent to me as if to the marvel
of a window open to the farthest view.
& you bent farther still!
& my look was a serpent
fixed between thickets of eyelash
at your body’s worshipping swan.
Already my body was a serpent
slinking through shadowy cliffs
to your body’s lily cast.
You bent farther & farther . . . so far
you bent so far
my lusty flowers doubled,
my life stained by all of your life . . .
Stilled, I awaited the wingbeat
of your wondrous embrace; a four-arm
embrace heaven would dress
in fever & marvels; we would fly!
& rapt arms would dig
four roots of a new race.
Stilled, I awaited the wingbeat
of your wondrous embrace . . .
& when
I opened my soul-filled eyes, I saw
you quail & quit
to who knows what colossal shadowy fold!
Visión
¿Acaso fue en un marco de ilusión,
en el profundo espejo del deseo,
o fue divina y simplemente en vida
que yo te vi velar mi sueño la otra noche?
En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
taciturno a mi lado apareciste
como un hongo gigante, muerto y vivo,
brotado en los rincones de la noche,
húmedos de silencio,
y engrasados de sombra y soledad.
Te inclinabas a mí, supremamente,
como a la copa de cristal de un lago
sobre el mantel de fuego del desierto;
te inclinabas a mí, como un enfermo
da la vida a los opios infalibles
y a las vendas de piedra de la Muerte.
Te inclinabas a mí como el creyente
a la oblea de cielo de la hostia . . .
– Gota de nieve con sabor de estrellas
que alimenta los lirios de la carne,
chispa de Dios que estrella los espíritus –.
Te inclinabas a mí como el gran sauce
de la Melancolía
a las hondas lagunas del silencio;
te inclinabas a mí como la torre
de mármol del Orgullo,
minada por un monstruo de tristeza,
a la hermana solemne de su sombra . . .
Te inclinabas a mí como si fuera
mi cuerpo la inicial de tu destino
en la página oscura de mi lecho;
te inclinabas a mí como al milagro
de una ventana abierta al más allá.
¡Y te inclinabas más que todo eso!
Y era mi mirada una culebra
apuntada entre zarzas de pestañas,
al cisne reverente de tu cuerpo.
Ya era mi deseo una culebra
glisando entre los riscos de la sombra
a la estatua de lirios de tu cuerpo.
Tú te inclinabas más y más . . . y tanto,
y tanto te inclinaste,
que mis flores eróticas son dobles,
Toda tu vida se imprimió en mi vida . . .
Yo esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico; un abrazo
de cuatro brazos que la gloria viste
de fiebre y de milagro; ¡será un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
cuatro raíces de una raza nueva.
Yo esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico . . .
Y cuando
te abrí los ojos como un alma, vi
¡que te hacías atrás y te envolvías
en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!
Tuesday, August 30, 2011
Monday, August 29, 2011
The Sea Floor
[by Alfonsina Storni, 1934]
My crystal house
on the sea floor
faces a street of white coral.
A great gold fish arrives
at five to greet me
bearing a crimson spray of coral flowers.
I sleep in a bed
even bluer than sea.
Through crystal an octopus clowns.
Around me lies green forest
– tra la . . . tra lay –
where sirens
– sea green & oyster shell –
cavort & sing.
Above me spiny stars
sparkle the close of day.
Yo en el fondo del mar
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
A una avenida
de madréporas,
da.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda
– din don . . . din dan –
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepüsculo,
las erizadas puntas del mar.
My crystal house
on the sea floor
faces a street of white coral.
A great gold fish arrives
at five to greet me
bearing a crimson spray of coral flowers.
I sleep in a bed
even bluer than sea.
Through crystal an octopus clowns.
Around me lies green forest
– tra la . . . tra lay –
where sirens
– sea green & oyster shell –
cavort & sing.
Above me spiny stars
sparkle the close of day.
Yo en el fondo del mar
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
A una avenida
de madréporas,
da.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda
– din don . . . din dan –
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepüsculo,
las erizadas puntas del mar.
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Alfonsina Storni |
Inherited Weight
[by Alfonsina Storni, 1919]
You said to me: my father didn’t cry;
you said to me: my grandfather didn’t cry;
the men of my people didn’t cry,
they were made from steel.
Telling me this, your tear welled
& spilled to my mouth . . . more venom.
I’ve never sipped from a glass
so small.
Weak woman, poor sentient woman,
I knew centuries of grief from one sip:
Oh, my soul cannot support
this weight.
Peso ancestral
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca . . . más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo:
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.
You said to me: my father didn’t cry;
you said to me: my grandfather didn’t cry;
the men of my people didn’t cry,
they were made from steel.
Telling me this, your tear welled
& spilled to my mouth . . . more venom.
I’ve never sipped from a glass
so small.
Weak woman, poor sentient woman,
I knew centuries of grief from one sip:
Oh, my soul cannot support
this weight.
Peso ancestral
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca . . . más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo:
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.
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Alfonsina Storni |
Saturday, August 27, 2011
The House
[by Gabriela Mistral, 1924]
The table, Son, is laid
in restful creamy white,
& tile gleams & blues
the four walls.
Here is salt, here oil,
& between them Bread, almost speaking.
Neither fruit nor flowering broom
is gold fairer than Bread’s gold,
& the smell of baking grains
gives joy that never palls.
Together, Son, we break it
with toughened fingers & tender palms,
& you wonder how black soil
gives white flower.
Your hand falls to eat,
your mother’s, too.
The wheat, Son, of air,
& music of sun & hoe;
but this Bread “dear to God”
doesn’t come to every table;
& if other children lack,
better, my son, not to touch,
embarrassed by both hands,
it’s better not to take it.
Hunger, Son, a grimace,
whirls in a maelstrom of grains,
& Bread & humpbacked Hunger
give chase but never meet.
So he’ll find it, if he comes,
we’ll leave Bread for tomorrow;
May the glowing fire mark the door
the Quechua Indian never closed,
while we stare at Hunger eat,
to bed down with body & soul!
La casa
La mesa, hijo, está tendida,
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Esta es la sal, éste el aceite
y al centro el Pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, con del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este Pan “cara de Dios”
no llega a mesas de las casas;
y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el Hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el Pan y el Hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el Pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio quechua nunca cerraba,
y miremos comer al Hambre,
para dormir con cuerpo y alma!
The table, Son, is laid
in restful creamy white,
& tile gleams & blues
the four walls.
Here is salt, here oil,
& between them Bread, almost speaking.
Neither fruit nor flowering broom
is gold fairer than Bread’s gold,
& the smell of baking grains
gives joy that never palls.
Together, Son, we break it
with toughened fingers & tender palms,
& you wonder how black soil
gives white flower.
Your hand falls to eat,
your mother’s, too.
The wheat, Son, of air,
& music of sun & hoe;
but this Bread “dear to God”
doesn’t come to every table;
& if other children lack,
better, my son, not to touch,
embarrassed by both hands,
it’s better not to take it.
Hunger, Son, a grimace,
whirls in a maelstrom of grains,
& Bread & humpbacked Hunger
give chase but never meet.
So he’ll find it, if he comes,
we’ll leave Bread for tomorrow;
May the glowing fire mark the door
the Quechua Indian never closed,
while we stare at Hunger eat,
to bed down with body & soul!
![]() |
Gabriela Mistral |
La casa
La mesa, hijo, está tendida,
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Esta es la sal, éste el aceite
y al centro el Pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, con del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este Pan “cara de Dios”
no llega a mesas de las casas;
y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el Hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el Pan y el Hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el Pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio quechua nunca cerraba,
y miremos comer al Hambre,
para dormir con cuerpo y alma!
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